Que imagen la de aquel ángel, la ninfa del desierto de ojos claros, mirada penetrante y piel de alma sin experiencia, aquella novata de color deseo fue desgarrada a mordiscos por un diablo de un bosque negro, donde los espíritus yacían en el aire viviendo de la carne de los otros espíritus. Aquella alma sin nombre se hizo con el poder de cada esquina de su boca, de cada curva de sus labios, de cada sollozo, de cada lágrima, de cada alegría, ahora lo poseía todo en un lecho maldecido por el diablo, donde reinaba la inexperiencia y los palpos de un hombre sin ley. Ahora, la inocencia se esfumó...